Entrevistas

Te veré de nuevo en 25 años

Entrevista con Gabriel Schipani, director del festival Buenos Aires Rojo Sangre (BARS), que festeja sus bodas de plata con una programación a la altura de su historia y un compromiso inalterable con alentar la actividad cinematográfica de nuestro país.

 

Han anunciado la programación de la 25ª edición del BARS. ¿Cuáles son las novedades de esta edición que más te entusiasman?

Como todos los años, esta edición del BARS tiene una gran cantidad de películas de muy buen nivel, tanto en las secciones competitivas (internacional, argentina e iberoamericana) como en las novedades que traemos para un público más general, aquellas de las cuales más se habla en las redes. Películas que el gran público tiene en el radar por haberlas visto mencionadas en otro festival, porque les aparecieron en Instagram o en Tik Tok; esas que vienen con un runrún muy fuerte ya sea por las expectativas que despiertan, por quien dirige, las actuaciones, los premios que han obtenido… Este año están, y son fuertes. Destaco Exhuma de Jang Jae-hyun y Hell Hole, la nueva película de John Adams y Toby Poser.

En la competencia internacional, como contó Pablo (Sapere) en el anuncio de la programación, hay un nivel muy alto y mucha diversidad dentro de los géneros (terror, ciencia ficción, bizarro, fantástico). Por suerte, y como siempre, tenemos un material muy rico. Si bien las novedades son un punto importante para convocar al público, eventualmente llegan a las redes o a las salas comerciales; con las que están en competencia, eso es más difícil. Así que es importante tomar en cuenta que tal vez el único momento y lugar donde se puede ver esa película es el BARS.

 

En las novedades que atraen al público general, la presencia sostenida en las redes es, entonces, un factor ineludible a la hora de su inclusión en la programación. ¿Qué me podés contar de las que están en competencia? Esas películas en cuya selección tu criterio y el de los programadores es más determinante. ¿Qué buscan, qué les interesa a la hora de traer una película al BARS?

En principio, abrimos la convocatoria. Ahí nos llega una enorme cantidad de películas. Hacemos la preselección y a muchas de las que integran las diversas secciones del festival las encontramos ahí. No nos regimos exclusivamente por las que invitamos a participar. Le damos mucha importancia a la historia que cuentan. Las miramos con Pablo, y luego vamos intercambiando mensajes para decidir dónde y cómo la ubicamos.

Tenemos una mirada bastante heterogénea con respecto al cine. No buscamos lo mismo, ni algo en específico: buscamos algo que realmente nos conmueva, que nos guste, que creemos que le aporta al festival, que al público le va a interesar.

 

Estamos en un momento de sostenida expansión del cine de género, con realizadores cuya presencia se ha vuelto recurrente. Dentro de la programación de este año se incluyen 1978 de Nicolás y Luciano Onetti– y Abraço de Mãe –que Cristian Ponce dirigió en Brasil–. ¿Qué realizadores argentinos contemporáneos te interesan y recomendarías, para un público que no es cercano a los géneros que cultiva el BARS pero quiere conocerlos?

Por suerte, en los últimos años el cine de género argentino se ha profesionalizado –tanto en términos de guion como de realización– y está teniendo buena repercusión ya ni siquiera a nivel local, sino mundial. Hasta ahora, el punto cúlmine de ese éxito es la consagración en Sitges para Cuando acecha la maldad de Demián Rugna, que ya venía haciendo películas de primerísimo nivel. Si bien a la anterior, Aterrados, la vio menos gente, es la primera que recomendaría si alguien que disfrutó Cuando acecha la maldad quiere seguir profundizando en el terror argentino.

Daniel de la Vega es otro director argentino con una producción importante. Cada uno o dos años hay una película suya. Este año íbamos a estrenar la más reciente, pero no fue posible por los tiempos de postproducción; será el próximo. Puedo recomendar Al 3er día, gran película de vampiros.

Nicanor Loreti es otro de los directores que recomiendo. Muy prolífico, se lo conoce por Kryptonita pero su filmografía es muy vasta, muy ecléctica: no se casa con un sólo género, va de un lado para otro. Entre todos, podemos nombrar al menos diez películas que vale la pena que la gente conozca.

 

Aprovechando que hablamos de cine argentino y de darse a conocer: hace poco se realizó, una vez más, la convocatoria para el Fin de Semana Sangriento, en la cual los inscriptos aceptan el desafío de realizar un cortometraje de género en el transcurso de 72 horas. A esta altura, la sección es un clásico del BARS, y este año se realizaron al menos 100 rodajes en simultáneo. Destaco –en este momento tan crítico para el cine hecho en Argentina– que un festival incentive que un grupo se organice y salga a filmar como sea, con los recursos que tenga. ¿Cuál es la postura que asume el BARS, con respecto al contexto que estamos viviendo y a los festivales de cine como incentivo para producir cine independiente?

Desde que nació, el BARS ha procurado incentivar la producción local y mostrar lo que hacía. A partir de entonces, muchos directores empezaron a decir: “Che, hay un lugar donde se puede mostrar, empecemos a hacer”. Eso provocó una gran expansión, tanto del festival como del caudal de realizadores que encontraron una pantalla para que su trabajo se proyectara. Y además de ser independiente, lo que se veía empezó a ser profesional porque el INCAA tomó nota de lo que pasaba y decidió apoyar los proyectos de género.

Lo que pasa ahora no le cabe solamente a nuestro festival o al terror en particular sino, por desgracia, a todo el cine argentino. Es una etapa oscura que imagino que no se va a suavizar y en los años venideros va a seguir siendo exactamente igual que ahora. Se engloba a todo el cine como algo “de zurdo” cuado, si hay algo que distingue al cine es su aspecto comercial. Se pueden traer divisas a través del cine, pero claramente la cuestión es ideológica. Ni siquiera hay una distinción entre qué cine sí y qué cine no. El INCAA no se cierra, pero se lo vacía: quedan el edificio y el nombre.

Pero el cine independiente va a seguir existiendo, se va a seguir haciendo, y al haber un lugar donde seguir mostrándolo la gente dice: “Por lo menos tengo un lugar de exhibición, voy a estrenarlo en una sala de cine”. Creo que los festivales argentinos –que los hay en todas las regiones y todas las provincias– van a pasar a ser una forma de resistencia, a pesar de la quita de subsidios que tuvieron que sufrir y a pesar del achicamiento del Festival de Mar del Plata y del equipo que lo sustentaba. Los festivales serán la resistencia cultural del cine y el audiovisual.

 

Que así sea.

 

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