Ampliar los límites de la imaginación

Tres preguntas a Marcos Migliavacca, programador de FestiFreak, que cumple 20 años y se desarolla en varias salas de la ciudad de La Plata del miércoles 16 de octubre al domingo 27 de octubre.
¿Qué significan los 20 años del FestiFreak? ¿Cuánto mutó en estas dos décadas y en qué crees que se terminó convirtiendo este Festival?
Para mí, en tiempos donde todo es efímero e impera la ansiedad, sostener una idea, un espíritu, durante 20 años es lo más valioso. Estos 20 años implican sostener una idea, afirmarla, y ver cómo esa idea fue generando resonancias durante todo este tiempo. Han ido variando las personas, pero el ánimo permenece en la misma existencia del festival. Por otra parte, ese espíritu implica una mirada sobre el cine que, creo, es cada vez más necesaria: las propuestas tienden a acotarse, a repetirse, a resaltar fórmulas y sentidos, mientras que FestiFreak trata de ser un espacio donde el público pueda encontrar otras vivencias, otras formas de sentir y de ver el cine, de encontrarse en la imagen y rever el mundo que nos rodea desde otra perspectiva. En cuanto a la evolución del festival, podría dividirse en tres etapas. Una primera, que es como desprendimiento del ciclo FreakShow, que estaba ligada a un cine raro, un cine de tendencia a lo bizarro. En un segundo momento, cuando ese ciclo da origen al festival, hay una primera instancia donde intentar capturar películas que en general no llegaban a las salas. Fue una época con una gran impronta de cine oriental, y el festival buscaba ser el puente entre ese cine que circulaba por otros festivales y las pantallas locales, con un público ávido por tener esas propuestas en la ciudad. En una segunda etapa, el festival se referenció bastante con BAFICI: parte de la programación provenía de la itinerancia de ese festival en aquel momento, a lo que se complementaba con otras propuestas. El FestiFreak de ese tiempo era un festival muy amplio en sus propuestas de programación y con muchísimas funciones. Había también un anclaje con el cine que se generaba en la Facultad de Cine de la UNLP a través de la competencia de cortometrajes. Y luego comienza una tercera etapa donde el festival busca tener una identidad y una mirada propia, un proceso que abarca los últimos diez años. En esta última etapa, en la que personalmente estuve más implicado, el festival va en búsqueda de estrenos, de generar una puerta para ingresar a películas inscriptas en un circuito de festivales pero quizás no obtenían una visualización acorde. Y en esa búsqueda, generar una curaduría propia, con la marca distintiva de tener secciones flexibles, no prefijadas, sino tratar de adaptarse y generar una programación en base a las ideas de los materiales que llegan y que se buscan. Nuestro trabajo es detectar esas ideas, que van variando e induciendo secciones diferentes todos los años.
En el manifiesto que publicaron afirman que el Festival sirve entre muchas cosas como un refugio, como política, como memoria y que todo esto se logra pasando películas para todos. ¿Qué lugar ocupa hoy el Festival en la comunidad cinematográfica y también para la cinefilia que se acerca a La Plata año a año?
El lazo que se establece es un lazo de mucho afecto de parte de los realizadores hacia el festival. No solo al momento de acercar sus películas sino también a la hora de recomendarlo, de generar vínculos con otros festivales, o de asistir como público. En los últimos años el festival ha entrado en un circuito de festivales de toda Latinoamérica que tienen propuestas parecidas, y más allá de que FestiFreak sigue siendo un festival platense, también ha logrado reconocimiento y visibilización de realizadores internacionales que lo consideran muy bien, tanto para acercar sus películas como para ver su programación y recomendarla.
¿Qué se va a encontrar el público en esta edición del Festifreak? ¿Cuáles fueron los criterios para programar las piezas centrales y las películas de apertura y clausura?
Se van a encontrar con una versión del festival donde todo lo programado ha sido muy meticulosamente pensado y seleccionado, tratando de que esté todo lo necesario. Y a la vez concentrar el espíritu del festival en su mínima expresión, para que el espectador que elija una función al azar pueda encontrarse con algo que lo movilice. La película inaugural fue Pepe, de Nelson Carlo de los Santos Arias, que marca una de las características de esta edición: la preeminencia de cortos y largos latinoamericanos, que aparecen más que en otras ediciones. Pepe representa, por un lado, el espíritu del festival, de la edición y el abrigo distintivo de la presencia del cine latinoamericano en esta edición. Piezas Centrales es una figura que empezamos a usar en las últimas ediciones, y que tiene como objetivo englobar ciertos estrenos nacionales o internacionales que forman parte de la edición pero a la vez se relacionan con otras; en este caso, tratándose de una edición aniversario, la presencia de Mariano Llinás, que junto a todo El Pampero Cine han sido parte constante a lo largo de la historia del festival, con su nueva película y una serie de actividades especiales, más la premiere del nuevo largometraje de Sarah Jessica Rinland como función de clausura, resalta esa idea. Y con el plus de que ambas son estrenos, en un caso mundial y en el segundo argentino. Monólogo colectivo, de Rinland, nos pareció un cierre ideal, además, porque condensa la idea de La gran ilusión, una sección de este año que también incluye a Pepe, y que tiene que ver con pensar y ampliar los límites de la imaginación desde la imagen.