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Hay que salir del agujero interior

Cómo entrenar a tu dragón, de Dean DeBlois, hace su pasaje del dibujo a la realidad para ofrecer un viaje que respeta a la versión original y agregar un mayor despliegue de profundidad interior en los personajes. 

 

¿A quién pertenece la tierra? ¿De quién es el aire? ¿Quién reina en los mares? ¿Por qué alguien puede adueñarse de esas cosas? Estas son algunas de las preguntas que pueden ir surgiendo mientras la película va corriendo y avanzando por la pantalla grande (que es el espacio ideal para esta clase de películas). Pero la pregunta principal quizás sea la que se enuncia en el título: Cómo entrenar a tu dragón. Y la respuesta a este cuestionamiento, que puede pensarse tanto en términos literales –efectivamente hay un dragón a entrenar por el protagonista– o simbólicos/psicológicos –¿el dragón representa al miedo o se trata de la relación padre/hijo o es el eterno enfrentamiento por ver quién domina a quién?–, se va resolviendo de formas que van del humor al drama, pero siempre pensando que los sentimientos complejos requieren entrega y poner en riesgo algo de nosotros. 

Primero fue un libro de la autora británica Cressida Cowell publicado en 2003, luego saltó del papel para volverse una trilogía animada que significó una franquicia muy exitosa y ahora realiza el viaje hacia una versión con actores de carne y hueso. Cómo entrenar a tu dragón del director y guionista Dean DeBlois (que también tuvo a su cargo las versiones animadas, por lo tanto conoce muy bien el universo donde se mete) es una película respetuosa de sus orígenes, pero que busca en su factura profundizar los vínculos de los personajes, sobre todo en ese océano de cosas no dichas que es la relación entre un padre y un hijo. 

Todo transcurre en la isla de Berk. Ahí tiene lugar una lucha atávica entre dragones y vikingos. Es un combate por lo más preciado para cada bando: la tierra y la supervivencia de los suyos. El líder de los vikingos es Estoico el Vasto (Gerard Butler) que tiene como único objetivo destruir a todos los dragones y encontrar su nido para dar la estocada final a esta amenaza eterna que atraviesa su pueblo. Su hijo, Hipo (Mason Thames), es torpe y no puede formar parte de la estirpe de guerreros que enfrenta a los dragones. El miedo es un obstáculo que no puede vencer. Es todo lo contrario de Astrid (Nico Parker), una joven que sí está sedienta por formar parte del equipo que mata a los dragones. Hasta que, en un sector de su tierra, Hipo encuentra a un tipo de dragón temido, pero nunca visto, conocido como Furia Nocturna. Y esa relación será una revolución en su vida, para sí mismo, en su vínculo con los demás y, quizás lo más importante, en la relación con su padre. 

Hay varios niveles de lectura en esta película. Está la más evidente que refiere a una aventura muy entretenida ya que hay mucho fuego y enfrentamientos y es sólida en ese sentido. Y, por otra parte, está el modo en el que el director con habilidad (es decir: sin ser explícito al mango) hace reflexionar sobre la posibilidad de comprender al que está enfrente, intentar un camino distinto al del enfrentamiento constante en una guerra sin fin y aceptar que el miedo al otro no sea más que una porción de falta de empatía a lo que es diverso, desconocido, incluso intrigante. Tal vez lo lejano se vuelve próximo cuando se estira la mano.