Un fin de semana en la costa

Tras su paso por el Festival de Cine Francés, Fuera de temporada, de Stéphane Brizé, llega a las salas argentinas. Una historia íntima y melancólica sobre amores del pasado, el tiempo y la insatisfacción.
Hay un poema de Charles Bukowski que enumera una serie de tragedias y luego declama: “no son las cosas importantes las que llevan a un hombre al / manicomio. (…) / No, es la serie continua de pequeñas tragedias / lo que lleva a un hombre al manicomio… / no es la muerte de su amor / sino el cordón de su zapato que se rompe / cuando tiene prisa”. Esto, de alguna manera, es lo que le sucede a Mathieu, el protagonista de Fuera de temporada. En el principio de la película lo vemos absolutamente desbordado en llanto porque se rompió la cafetera de la habitación de un hotel lujoso. La escena es patética y a la vez desborda de tristeza, de una vulnerabilidad casi impúdica. Un hombre de mediana edad en bata agarrándose la cabeza y moqueando por el simple hecho de no tener su café por la mañana. Estamos viendo la punta del iceberg. Esta fue solo la gota que rebalsó el vaso de algo que aún no sabemos bien qué es.
Fuera de temporada es la última película de Stéphane Brizé, director parisino que suele abordar diversas temáticas sociales en sus obras. En este caso tenemos la historia de un actor de cine, interpretado por Guillaume Canet, que renuncia a incursionar en el teatro y, como respuesta a esa claudicación, decide recluirse en un hotel con spa en la riviera francesa. En el medio de ese paraíso aparece Alice (Alba Rohrwacher), un viejo amor con el que se empieza a dar una serie de idas y vueltas que giran en torno a lo que fue y lo que ahora no puede ser. Este no es solo un fin de semana de viejos amores, sino también de reflexión. Los diálogos abordan, sobre todo, cosas profundas, existenciales antes que discursos amorosos. Lo que está en escena a lo largo del film es el paso del tiempo, la insatisfacción personal y el miedo al cambio.
La actuación de Alba Rohrwacher es espectacular. Sin duda alguna su interpretación se come la película. Como estamos frente a una obra de personajes donde prácticamente no hay otras situaciones por fuera de ellos, se necesita una buena contraparte femenina que sepa encarar el rol. En este caso la actriz italiana lo hace de maravilla. En la pantalla tenemos a una mujer felizmente casada y con hijos. Una esposa que recientemente compró su segunda casa y vive sus días frente al plácido rumor de las olas de mar. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, no es tan fácil. Entre los silencios en la mesa familiar y las risas tímidas con amigos, hay siempre una mirada vacía, nostálgica. Rohrwacher dice con el cuerpo lo que no se puede decir en palabras. Ella encarna la duda que subyace en la superficie de lo que nosotros solemos llamar felicidad.
El film de Stéphane Brizé es una obra paciente que no se deja amedrentar por la fugacidad de estos tiempos ni por el ritmo frenético y esquizoide en el que se ha convertido el cine para pasar a ser un contenido a consumir. Todo lo contrario, Fuera de temporada es una película lenta que se disfruta con paciencia, con la calma con la que se saborea un mate amargo en invierno. Es un viaje que se detiene en ciertos puntos para admirar el paisaje. La demora de los planos y lo prosaico del montaje hacen del film un artefacto entrañable. Un digno heredero de cierto cine francés clásico que apelaba más al arte que a lo popular. Esta es una obra que se plantea simplemente como un fin de semana en la costa, pero que al final se convierte en el replanteo del sentido de nuestras acciones, el sentido del camino. Como siempre, a veces las preguntas aparecen cuando menos conviene.