Pánico en las calles de Washington

El Universo Cinematográfico de Marvel se corre de las aventuras galácticas y multiversales de sus últimas películas para acercarse al thriller de acción y la intriga geopolítica en esta nueva entrega del Capitán América, esta vez con Anthony Mackie en el papel del icónico héroe que supo interpretar Chris Evans.
El cine de superhéroes es sin dudas una montaña rusa emocional, un vaivén constante entre enormes éxitos de taquilla que redefinen el género o fracasos estrepitosos que dan cuenta de la fatiga del público y la crítica.
Marvel no es ajeno a esto: esta última fase del UCM arrancó con la última Ant-Man, que no tuvo buena recepción a pesar de querer instalar un nuevo villano y líneas argumentales (que luego quedaron en la nada), y de ahí se fue al gran y emotivo cierre de trilogía que fue Guardianes de la Galaxia vol. 3. Luego vino su más grande fracaso de taquilla histórico, The Marvels, y de ahí nuevamente a un éxito rotundo con Deadpool & Wolverine.
Más allá de las diferencias de éxito, todas tienen algo en común: estas películas son aventuras espaciales o multiversales, y Capitán América: Un nuevo mundo representa algo de aire fresco en ese sentido, acercándose más a la acción visceral y las problemáticas geopolíticas de Capitán América: El Soldado de Invierno, que permanece aún como uno de los puntos más altos de la franquicia.
Es una magia difícil de recuperar, pero hay varios elementos que hacen de esta secuela de Capitán América un plato atractivo para los fans. Por empezar, Anthony Mackie está plenamente instalado en el personaje luego de la serie de Disney+, y es un Capitán América que se despega del original con un estilo único de pelea y alas de vibranium que le permiten no solo superar enemigos en tierra sino volar a velocidades supersónicas. Las escenas de combate aéreo son intensas y destacables, y un punto a favor, como también la presencia de Joaquin Torres (Danny Ramirez) como ‘el tipo en la silla’ y eventual Falcon.
El resto del cast de reparto que rodea a los héroes también es notable: por un lado, Harrison Ford suplanta a William Hurt como el ex general y ahora presidente Thaddeus Ross, y es el personaje que pone en marcha la trama al estar en el centro de una posible conspiración en su gobierno. Por otro, el siempre efectivo Tim Blake Nelson encarnando al líder, un villano afectado por la misma radiación gamma que creó a Hulk, pero con poderes maquiavélicos y mentales.
Al igual que la tercera entrega de Capitán América, que funcionó como una suerte de Vengadores 2.5 al hacer un crossover entre varios superhéroes, Un nuevo mundo también trae puntas de otras películas, como Eternals –para los que se venían preguntando por qué Marvel no hacía nada con el bicho gigante que está emergiendo de la Tierra– y, sorprendentemente, El Increíble Hulk, aquella película en la que Edward Norton interpretó al Dr. Banner y que dejó un par de cosas sin resolver, como la presunta transformación de Samuel Sterns en un villano o el destino de Betty Ross (Liv Tyler), la hija del General Ross y ex pareja de Banner.
Estos elementos se complican aún más con la revelación del Adamantium (un guiño para los que saben que se vienen los X-Men en este universo), el personaje de Giancarlo Espósito, Sidewinder, que opera en las sombras liderando una sociedad secreta, y el intento de asesinato presidencial por parte de Isaiah Bradley, un Capitán América desterrado por su propio gobierno, acusado ahora de intento de magnicidio. Y no olvidemos a Sabra, la controversial superheroína israelí, ahora adaptada bajo otro nombre y reescrita aquí como una ex Viuda Negra y agente de seguridad del presidente.
Parece una trama por demás complicada (intentar explicarle toda la continuidad reciente de Marvel a un amigo que se había quedado en Avengers: Endgame sin dudas fue un ejercicio difícil por demás), pero la historia avanza a paso veloz a base de escenas de acción intensas y bien coreografiadas, regresos inesperados, y por supuesto un Harrison Ford transformándose en un Hulk rojo enojadísimo para la gran batalla final, algo que la propia película se encargó de promocionar asiduamente.
Acaso hubiera sido deseable un thriller político que realmente tuviera algo que decir sobre el estado de las cosas, pero con el panorama internacional entrando en terrenos cada vez más caóticos, una versión de Capitán América más simple y humana –anclada en un idealismo que no por inocente sea menos inspirador– es algo para destacar.