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Ser licántropo en tiempos modernos

El director australiano Leigh Whannell continúa con la tendencia de revitalizar a los monstruos del panteón clásico del cine de terror. Luego de sorprender con El hombre invisible (2020), donde aportó un giro actual y necesario al relato, ahora aborda a una de las criaturas más complejas y cercanas en Hombre lobo.

 

El mito de la licantropía ha sido explorado en innumerables ocasiones en el cine, siempre encontrando nuevos artistas para desarrollar. Sin embargo, si algo define al hombre lobo es su capacidad para conmover a través de un conflicto que no resulta ajeno ni lejano: es la lucha constante entre lo humano y lo salvaje, lo civilizado y lo primitivo. No es solo hombre ni solo lobo, son ambos, coexistiendo en un equilibrio extremadamente vulnerable. Al mismo tiempo, desde el germen del clásico de la Universal en los años 40 pasando por La leyenda del Hombre Lobo, de Terence Fisher, y hasta El hombre lobo de Joe Johnston, con Benicio del Toro y Anthony Hopkins, entre otras, este monstruo ha estado íntimamente ligado a los vínculos filiales masculinos, con maldiciones que se transmiten de generación en generación y que obligan a sus herederos a lidiar con las culpas de sus impulsos más bestiales. El hombre lobo es consciente de su monstruosidad y siente culpa por el daño que es capaz de desatar.

Whannell retoma este enfoque y lo aplica a su propio monstruo, interpretado correctamente por Christopher Abbott, a quien recientemente vimos en Poor Things . En Hombre Lobo , nos encontramos con Blake, un hombre que regresa a la remota casa rural donde creció tras la desaparición de su huraño padre, dado por muerto. En plena crisis matrimonial, convence a su esposa Charlotte (Julia Garner) de tomarse un descanso de la ciudad y viajar con su hija Ginger a la propiedad familiar, ubicada en los frondosos bosques de Oregón. Sin embargo, bajo el imponente paisaje rural, se desatan tensiones que oponen lo urbano a lo salvaje, marcando el camino hacia la verdadera historia.

Un accidente inesperado en el camino reabre viejas heridas y exponen los traumas que Blake vivió con su padre en paseos de cacería y una obstinada educación en nombre de “proteger”. En Hombre Lobo, los personajes masculinos encarnan una noción de protección que los lleva a un lugar primitivo, casi animal.

La película avanza con paso firme, situando al hombre lobo en un contexto contemporáneo, pero necesitando el aislamiento rural para funcionar plenamente y recuperar las reminiscencias del monstruo clásico. En la ciudad, Blake es un escritor dedicado y sensible, pero en el bosque la transformación a la que se enfrenta lo conecta con su animalidad más instintiva, una que protege pero también destruye. Por otro lado, Charlotte, interpretada con solvencia por Julia Garner, funciona como contrapunto. Una madre que ha perdido el contacto con su hija, que trabaja muchas horas y bajo mucha presión, encuentra una oportunidad para reconectarse con ella a través de los eventos inquietantes que suceden en la antigua casa familiar.

La narración intenta jugar con la inversión de los roles de género a su favor con resultados algo trillados, quizás como una marca autoral de Whannell, quien en El hombre invisible se ocupaba de echar luz sobre la problemática de la violencia de género de manera mucho más exitosa.

Uno de los mayores aciertos de la película es, sin duda, la decisión de realizar la transformación de Blake en hombre lobo a través de efectos prácticos. Esta elección, que rinde homenaje a las bases del cine clásico de terror, aporta una autenticidad visual que realmente se agradece y logra elevar los momentos clave de la película. La ejecución de las escenas de transformación evoca al cine de los 80, recordándonos obras icónicas como Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis. 

En el proceso de transformación de Blake, no solo asistimos a un cambio físico que lo acerca a la bestia, sino también a una fractura profunda en su capacidad de comunicación. A medida que su corporalidad monstruosa se manifiesta, su comprensión del lenguaje humano se desvanece, convirtiendo las palabras de su esposa e hija en sonidos incomprensibles. Una desconexión que refleja la tragedia de un hombre incapaz de reconciliarse con su dualidad, tanto salvaje como civilizada. Es interesante ver cómo Whannell resuelve esto y nos muestra esta desconexión a través de las herramientas audiovisuales.

Hombre Lobo es una película que, sin duda, despertará el interés de nuevas generaciones por el mito de la licantropía, invitándolas a redescubrir los grandes clásicos sobre hombres lobo. Más allá de sus momentos de terror y suspenso, la película utiliza el género como un medio para explorar temas que nunca pasan de moda: la herencia emocional, los complejos vínculos familiares y la eterna batalla entre nuestros impulsos más oscuros y nuestra humanidad.