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La poética de lo rústico: la tradición en clave pop

El título, el póster y nuestros prejuicios nos preparan para una revisión clásica del gaucho como símbolo del campo argentino. Sin embargo, Gaucho Gaucho rompe con todo lo esperado, convirtiéndose en una explosión visual que supera cualquier anticipación.

 

Dirigida por los estadounidenses Michael Dweck y Gregory Kershaw, el 21 de noviembre llega a las pantallas argentinas Gaucho Gaucho, tras su exitoso paso por el Festival de Cine de Sundance 2024. Un documental imponente y fascinante que retrata la vida rural de los gauchos del norte argentino con una calidad estética y técnica excepcional, transformando su propuesta en un verdadero poema visual sin caer en el lugar común de la pretensión del mal llamado ‘cine de arte’. “La idea de hacer una película sobre gauchos ha sido nuestro sueño durante muchos años. Ambos hemos pasado mucho tiempo en esta parte del mundo, fascinados por la mitología del gaucho. Queríamos mostrar a la gente real detrás de esa mitología y celebrar la belleza y magia de su vida cotidiana utilizando todo el poder del cine”, comentan los directores. Filmada durante dos años en Salta, la película es fruto de la generosidad de los gauchos, quienes permitieron a los realizadores entrar en sus vidas.

El relato se articula en múltiples líneas argumentales: una gaucha que desafió las normas escolares al negarse a usar uniforme, la historia central de Guada, una joven que se entrena en la doma; un padre y un hijo inmersos en la enseñanza de las tradiciones gauchescas; un gaucho alcohólico y un hombre obsesionado con la supuesta maldad del cóndor, presentado como villano del film, con la curiosidad de no mostrar actos explícitos de crueldad. Estas historias, intercaladas con ritmo frenético, logran mantener una dinámica envolvente que nunca permite que la atención decaiga.

Desde el primer cuadro, la película destaca por su deslumbrante plasticidad visual. El uso del blanco y negro transforma el medio rural en un lienzo donde los gauchos interactúan como si fueran figuras humanas moviéndose dentro de una obra pictórica. Las imágenes resuenan con el imaginario argentino, pero gracias al extraordinario trabajo de fotografía y al montaje preciso, se sienten nuevas, revitalizadas. De repente, un caballo al galope no es solo un símbolo, sino una experiencia emocional, una invitación a redescubrir y amar aquello que nos fue dado como herencia cultural.

La música de la película es sin duda uno de los puntos más destacables, con un soundtrack tupido en variedad que de algún modo nos acerca a la mixtura cultural que conforma nuestro país. La disonancia entre las imágenes y la música da como resultado una imagen modificada, redibujada por el sonido. Bailes gauchescos al son del rock beat nos abren panoramas totalmente nuevos, funcionando como disparadores emocionales. Sobre la elección de la música, Dweck y Kershaw comentan “Para nosotros, la música es una parte esencial de la experiencia cinematográfica. Experimentamos con muchos tipos diferentes de música frente a las imágenes, buscando cómo imagen y sonido pueden fusionarse para crear una experiencia única para el público y transportarlo a la sensación de lo que sentíamos mientras rodábamos. Nuestras elecciones musicales finales no se basan en la lógica. En cambio, se guían por la intuición y la emoción. En la película se escucha música pop argentina, ópera francesa y muchas formas de música folclórica sudamericana. Para nosotros, cada canción encontró su lugar perfecto en la forma cinematográfica de esta película”.

Sin embargo, Gaucho Gaucho no se limita a su impecable propuesta estética. El documental explora la tensión entre la transmisión de lo gauchesco como tradición –representada, por ejemplo, en un padre que enseña a su hijo a afilar un cuchillo– y la revalorización de esta identidad desde perspectivas transgresoras como el rol de las mujeres en el film. Les preguntamos a los directores cómo surgió la idea de las mujeres retratadas como agentes de deconstrucción “Para nosotros, el cine es un proceso de descubrimiento, y las historias de la película surgen a lo largo del proceso. Cuando conocimos a Guada, supimos que era especial y que su trayectoria como mujer en el mundo gaucho era única. Queríamos celebrar su espíritu que, en muchos sentidos, se sentía representativo de lo que significa ser un verdadero gaucho.”

El foco en lo femenino, fuertemente presente, aporta una profundidad significativa al film. Las mujeres no intentan romper con las tradiciones, sino colaborar activamente en su resignificación.

Dweck y Kershaw nos invitan a reimaginar lo conocido, a confrontar lo visto desde una perspectiva fresca y provocadora. Gaucho Gaucho no es solo un documental; es una experiencia para quienes se atreven a explorar la poética de lo rústico, desentrañando las múltiples capas de significado que emergen de nuestras raíces culturales y su inevitable complejidad.