Entrevistas, Estrenos

Crónicas de una cámara urgente

Partes del todo es una obra hipnótica donde todo, absolutamente todo puede ser encuadrado. Hay una urgencia palpable en la película de Juan Renau, una tensión que, en ciertos momentos, bordea la peligrosidad de perderlo todo: la cámara, una mujer, un plano.

Este largometraje es una búsqueda incesante por esa imagen idealizada, un plano perfecto que se esconde en la imperfección de lo cotidiano. Es una empresa ardua, pero una a la que el director nunca renuncia. En ese afán, los problemas de la vida parecen filtrarse por rendijas invisibles, pero el ojo-cámara de Renau es implacable: ¡todo es representación, todo sirve!

Renau reflexiona sobre el proceso de creación y cómo la transición del corto al largometraje no representó un cambio tan drástico para él: “Sinceramente no sentí que hubiera un salto o un cambio significativo, porque este largometraje lo fui haciendo durante muchos años. Primero solo, luego con la colaboración invalorable de Eugenia Campos Guevara (montajista) y Agustín Godoy (guionista)”, señala el director, destacando la continuidad entre ambos formatos.

Así nos encontramos ante el primer largometraje de Juan Renau, cortometrajista argentino cuyo último corto Especies de compañía fue galardonado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Partes del todo será proyectada a partir del domingo 20 de octubre durante tres domingos en el cine Cacodelphia (Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1150, CABA) a las 19 h.

Renau, también camarógrafo, registra de manera obsesiva todo lo que conforma sus días, utilizando la cámara tanto para construir vínculos como para escapar de ellos. Viajes, relaciones amorosas, paisajes, entrevistas, marchas, objetos y animales conforman una serie de imágenes dispersas, íntimas y errantes.

Durante algo más de una hora, nos vemos envueltos en un laberinto de representaciones. Para Renau, no existe una línea clara entre su vida personal y su búsqueda cinematográfica, y el costo emocional de esta urgencia está siempre latente. Pero ¿cuál es el precio de filmar sin tregua? Juan parece no saberlo, o quizás, simplemente, no le preocupa. “Claramente tenía una voluntad de registrarlo todo: ir a trabajar y, además de grabar lo que me pedía el trabajo, generar otras imágenes; irme de viaje y, además de descansar o disfrutar, ponerme a grabar”, explica Renau, en referencia a su impulso por capturar constantemente el mundo que lo rodea.

Todo en esta película es una representación obsesiva de una obra que aún no tiene una forma definitiva, pero que ya empieza a incomodar a los protagonistas. “Ponete de nuevo como estabas antes”, le ordena Renau a su novia mientras ella reposa. Cada construcción debe ceder al deseo de agradar a la cámara.

En cuanto a la recepción de la película, Renau espera que el público la reciba de manera activa: “La película tiene una apuesta formal muy particular, que pide una participación bastante activa de parte del espectador, y en este sentido la sala de cine es irremplazable”, destaca. A lo largo de la película, se dispersa un mensaje críptico, como un enigma que espera ser descifrado. Son oraciones formadas por imágenes, a través de las cuales la cámara se expresa: imágenes, música, bullicio, incluso palabras.

Hacia el final, una frase tan devastadora como reveladora resuena: “Al menos queda un buen plano”, mientras un chorro de agua salpica peligrosamente cerca de la lente. Al respecto, Renau admite: Al trabajar cotidianamente con la cámara, tengo una capacidad inmediata para producir imágenes, pero esa facilidad puede volverse en mi contra. Me defendía diciendo que la cámara habilita situaciones y permite acceder a experiencias que no tendría de otra manera. Sin embargo, lo que realmente representa mi búsqueda artística es cómo trabajar esas imágenes, incluso sin una voz en off que las organice o contextualice, reflejando así su propia búsqueda artística.

Una búsqueda que sin dudas, merece ser vista en pantalla grande.